lunes, 17 de marzo de 2014


BRASIL SIGLO XXI. ECONOMÍA POSITIVA VERSUS NORMATIVA
Una de las principales preocupaciones de Keynes se refería a cómo promover la mayor riqueza social posible y asegurar su distribución entre la mayor cantidad de individuos. El elemento ce...ntral de dicha producción de riqueza son los empresarios y sus impulsos, que se enfrentan todo el tiempo a la incertidumbre inherente al futuro. En ese dilema y coherente con su preocupación, Keynes propuso la intervención estatal como fundamento de las expectativas empresariales.
En las obras originales de Keynes, la intervención estatal se concentra en tres acciones: monetaria, fiscal y cambiaria. Con respecto a la primera, sostiene que la instrumentalización de la política monetaria mediante la tasa de interés no debe competir con la inversión productiva, para evitar de ese modo efectos negativos en la escala de inversiones, las que constituyen una fuente de creación de empleos, riqueza y distribución, del ingreso de la sociedad. De acuerdo con Keynes, la política fiscal es el ámbito de actuación estatal más importante y se estructura en: 1) la política de tributación, y 2) la noción de un presupuesto bipartito, dividido en un presupuesto ordinario corriente y un presupuesto de capital. El primero, cuyo objetivo es financiar los servicios estatales básicos, debería ser superavitario. El segundo, cuyo propósito es afianzar las expectativas mediante la estabilización automática de los ciclos de las economías monetarias, podría ser deficitario, ya que se financia con los superávits del presupuesto ordinario a corto plazo y con las ganancias de las inversiones realizadas en el marco de sus propias acciones de estabilización de la demanda efectiva, la dinámica de la economía brasileña sería ciertamente menos cíclica; asimismo, las crisis de demanda efectiva, como la que sufrieron las economías mundial y brasileña entre 2008 y 2009, difícilmente serían tan profundas y su duración sería sin duda más breve. Al percibir que las expectativas del empresario constituyen el factor causal de las crisis y, al mismo tiempo, la causa de la prosperidad del sistema económico, Keynes propuso políticas económicas estabilizadoras automáticas que sentaran bases seguras para la acción empresarial. Dichas bases deben ser de compromiso constante y no de último recurso como ha ocurridó en Brasil.
Keynes consideraba que el equilibrio presupuestario era el elemento clave en la lógica de conducción de la política fiscal. La autoridad monetaria debe utilizar el tipo de cambio de acuerdo con el mecanismo del sistema de flotación administrada, con miras no solo a contener las acciones especulativas, sino también a mantener la estabilidad del tipo de cambio real efectivo a lo largo del tiempo, que es imprescindible para dinamizar la actividad exportadora y evitar los efectos de transferencia del cambio a los precios.
Al aplicar esa lógica a la conducción de la política económica en el Brasil después del Plan Real, se aprecia que tanto la política fiscal como la cambiaria se subordinaron a la política monetaria, de modo que a lo largo de ese período predominó el régimen monetario. Para mantener las tasas de inflación sustancialmente bajas durante todo el período 1995-2011, la política monetaria impuso tasas de interés bastante elevadas que, por una parte, fueron incoherentes con un crecimiento económico sostenido y, por otra, impusieron a las finanzas públicas una carga incompatible con los superávits primarios, lo que redundó en el abultamiento vertiginoso de la deuda líquida del sector público.
Asimismo, las altas tasas de interés básicas contribuyeron a la apreciación cambiaria, una tendencia observada a lo largo del período posterior al Plan Real. En ausencia de controles minuciosos sobre la afluencia de capitales internacionales al país, el tipo de cambio ha quedado a merced de las especulaciones de los agentes externos en cuanto a cómo y dónde aplicar sus ahorros. Influenciados por motivos externos, como la crisis desencadenada por el mercado de las hipotecas de alto riesgo en los Estados Unidos o por factores endógenos, los agentes realizaron movimientos de divisas que causaron la pronunciada volatilidad cambiaria observada sobre todo en el período de cambio fluctuante, después del 2000. La tentativa de controlar dicha volatilidad durante el período de cambio administrado provocó la crisis cambiaria brasileña del año 2000 y posteriores, cuando disminuyó el control de la autoridad monetaria sobre la tasa de interés nacional.
Las políticas económicas de combate a la crisis económica internacional de 2007-2008 tampoco pueden calificarse de keynesianas, como máximo, significaron la presencia del Estado en el equilibrio de la dinámica económica, algo inimaginable desde una perspectiva teórica convencional. Las medidas anticíclicas se caracterizaron por un perfil de asistencia ex-post, pues se buscó sacar al país del fondo del pozo cuando se refutó la tesis del “desprendimiento” de la economía brasileña con respecto a la economía mundial. De acuerdo con Keynes, las políticas de estabilización deben ser permanentes, ya que las inversiones empresariales responsables de la prosperidad económica deben ser constantes. Es necesario que los términos “estabilización automática” evoquen una acción de política económica que mantenga la trayectoria del sistema económico en un nivel de normalidad y no afecte a la expectativa empresarial. Como cualquier volatilidad de los precios básicos de la economía entre ellos cambio, interés y salario, el crecimiento intermitente, como el que se verificó en el Brasil, es perjudicial para el ánimo empresarial. A fin de fomentar la inversión productiva en un ambiente de incertidumbre, el empresario requiere constancia y eso es lo que Keynes propuso con la estabilización automática. Las políticas económicas aplicadas en el Brasil ante la crisis fueron de último recurso, pues su objetivo no era ya estabilizar la expectativa empresarial, sino salvarla. No es casual que el PIB del país se redujera a un 0,6% en 2012.
 Foto: Brasil siglo XXI Economía Positiva versus Normativa.
Una de las principales preocupaciones de Keynes se refería a cómo promover la mayor riqueza social posible y asegurar su distribución entre la mayor cantidad de individuos. El elemento central de dicha producción de riqueza son los empresarios y sus impulsos, que se enfrentan todo el tiempo a la incertidumbre inherente al futuro. En ese dilema y coherente con su preocupación, Keynes propuso la intervención estatal como fundamento de las expectativas empresariales.
En las obras originales de Keynes, la intervención estatal se concentra en tres acciones: monetaria, fiscal y cambiaria. Con respecto a la primera, sostiene que la instrumentalización de la política monetaria mediante la tasa de interés no debe competir con la inversión productiva, para evitar de ese modo efectos negativos en la escala de inversiones, las que constituyen una fuente de creación de empleos, riqueza y distribución, del ingreso de la sociedad. De acuerdo con Keynes, la política fiscal es el ámbito de actuación estatal más importante y se estructura en: 1) la política de tributación, y 2) la noción de un presupuesto bipartito, dividido en un presupuesto ordinario corriente y un presupuesto de capital. El primero, cuyo objetivo es financiar los servicios estatales básicos, debería ser superavitario. El segundo, cuyo propósito es afianzar las expectativas mediante la estabilización automática de los ciclos de las economías monetarias, podría ser deficitario, ya que se financia con los superávits del presupuesto ordinario a corto plazo y con las ganancias de las inversiones realizadas en el marco de sus propias acciones de estabilización de la demanda efectiva, la dinámica de la economía brasileña sería ciertamente menos cíclica; asimismo, las crisis de demanda efectiva, como la que sufrieron las economías mundial y brasileña entre 2008 y 2009, difícilmente serían tan profundas y su duración sería sin duda más breve. Al percibir que las expectativas del empresario constituyen el factor causal de las crisis y, al mismo tiempo, la causa de la prosperidad del sistema económico, Keynes propuso políticas económicas estabilizadoras automáticas que sentaran bases seguras para la acción empresarial. Dichas bases deben ser de compromiso constante y no de último recurso como ha ocurridó en Brasil.
 Keynes consideraba que el equilibrio presupuestario era el elemento clave en la lógica de conducción de la política fiscal. La autoridad monetaria debe utilizar el tipo de cambio de acuerdo con el mecanismo del sistema de flotación administrada, con miras no solo a contener las acciones especulativas, sino también a mantener la estabilidad del tipo de cambio real efectivo a lo largo del tiempo, que es imprescindible para dinamizar la actividad exportadora y evitar los efectos de transferencia del cambio a los precios.
Al aplicar esa lógica a la conducción de la política económica en el Brasil después del Plan Real, se aprecia que tanto la política fiscal como la cambiaria se subordinaron a la política monetaria, de modo que a lo largo de ese período predominó el régimen monetario. Para mantener las tasas de inflación sustancialmente bajas durante todo el período 1995-2011, la política monetaria impuso tasas de interés bastante elevadas que, por una parte, fueron incoherentes con un crecimiento económico sostenido y, por otra, impusieron a las finanzas públicas una carga incompatible con los superávits primarios, lo que redundó en el abultamiento vertiginoso de la deuda líquida del sector público.
Asimismo, las altas tasas de interés básicas contribuyeron a la apreciación cambiaria, una tendencia observada a lo largo del período posterior al Plan Real. En ausencia de controles minuciosos sobre la afluencia de capitales internacionales al país, el tipo de cambio ha quedado a merced de las especulaciones de los agentes externos en cuanto a cómo y dónde aplicar sus ahorros. Influenciados por motivos externos, como la crisis desencadenada por el mercado de las hipotecas de alto riesgo en los Estados Unidos o por factores endógenos, los agentes realizaron movimientos de divisas que causaron la pronunciada volatilidad cambiaria observada sobre todo en el período de cambio fluctuante, después del 2000. La tentativa de controlar dicha volatilidad durante el período de cambio administrado provocó la crisis cambiaria brasileña del año 2000 y posteriores, cuando disminuyó el control de la autoridad monetaria sobre la tasa de interés nacional.
Las políticas económicas de combate a la crisis económica internacional de 2007-2008 tampoco pueden calificarse de keynesianas, como máximo, significaron la presencia del Estado en el equilibrio de la dinámica económica, algo inimaginable desde una perspectiva teórica convencional. Las medidas anticíclicas se caracterizaron por un perfil de asistencia ex-post, pues se buscó sacar al país del fondo del pozo cuando se refutó la tesis del “desprendimiento” de la economía brasileña con respecto a la economía mundial. De acuerdo con Keynes, las políticas de estabilización deben ser permanentes, ya que las inversiones empresariales responsables de la prosperidad económica deben ser constantes. Es necesario que los términos “estabilización automática” evoquen una acción de política económica que mantenga la trayectoria del sistema económico en un nivel de normalidad y no afecte a la expectativa empresarial. Como cualquier volatilidad de los precios básicos de la economía entre ellos cambio, interés y salario, el crecimiento intermitente, como el que se verificó en el Brasil, es perjudicial para el ánimo empresarial. A fin de fomentar la inversión productiva en un ambiente de incertidumbre, el empresario requiere constancia y eso es lo que Keynes propuso con la estabilización automática. Las políticas económicas aplicadas en el Brasil ante la crisis fueron de último recurso, pues su objetivo no era ya estabilizar la expectativa empresarial, sino salvarla. No es casual que el PIB del país se redujera a un 0,6% en 2012.

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